Sunday, August 28, 2005

Veintinueve de la segunda

No deberías plantearte si vas a seguir viva o muerta mucho tiempo, corazón. Late. Al fin y al cabo el día menos pensado pasarás al lado de una vieja y de un viejo y de una pareja de enamorados y de un kiosko y de un perro cagando al lado de una farola y de un guardia municipal poniendo una sanción administrativa a un seat cientoveintisiete y de una joven con tirabuzones rubios y collar de bolas de nacar con un delfín tatuado en el omóplato derecho e irás tan abstraída soñándote envuelta en el edredón con el olor del café llegando desde la cocina con él viniéndote por el pasillo hasta la cama vestido con tu albornoz mordiendo una tostada, que no te darás ni cuenta de haberte saltado el semáforo en rojo.

Zas.
Hostia.

Y la degeté ya te había avisado...

Friday, August 26, 2005

Terapia anti stress

Con facilidad. Me. Oración pasiva. Agobio. Yo soy agobiado por el mundo. El mundo no me agobia. Incorrecto. Yo soy agobiado. A secas. Sin hielo. Sin paños calientes. Sin buenas palabras. Cojo. Poco. Aire. Sólo. De vez en cuando. Los latidos de mi corazón. Pam. Pam. Pam. Pam. Como una canción de heavy metal. Pam. Pam. Pam. Pam. El batería se ha vuelto loco y se marca un solo de escándalo. Corro. Calle abajo. Los coches más deprisa. Que yo. Sudo. Entro en la oficina. Firmo. Entrego. Hablo. Vuelvo a hablar. Protesto. Firmo de nuevo. Negocio. Busco. Nada. Nada. Nada. No se cumple ninguna de las expectativas. Pam. Puerta. Pam. Suspiro. Pam. Estirarse. Pam. Relajación.

Todo más despacio.
Nada hay más terrible que lo inevitable.

Wednesday, August 17, 2005

Aire incondicional a la puerta del hotel

Por las aceras grises salpicadas de colillas de cigarro, de latas de cervezas aplastadas por los seat ibiza que pasan, de charcos supervivientes en días de verano, caminan mis pies sin un cierto rumbo fijo. Subiendo por los tobillos las rodillas los muslos la cintura el pecho el cuello hasta llegar a la cabeza, la soledad envuelta en un viscoso traje negro, como si viniera de surfear vestida de neopreno, aturde como un pájaro carpintero. Socarrona, graciosa, repetitiva. Los dedos se me duermen, dice Ivan Ferreiro. Éste no ha pasado un invierno en Burgos, no tiene ni puta idea.
Puente, tunel, calle principal, puerta de seguridad, clave de acceso y una mañana más. La señorita Rottenmeier con una vagina en bandeja de plata. Toma. Tuya. Fóllatela antes de empezar a trabajar.
Y yo sin ganas me bajo los pantalones y apoyo el coño sobre la mesa de recepción, y con el tedio de un funcionario de hacienda empiezo a empujar, una, dos, tres veces hasta que exhausto reconozco, como Paco Martinez Soria en el centro de Madrid, que la soledad no es para mí.