Monday, October 10, 2005

Husares rusos huyendo de Moscú

Vas a venir a morderme el labio. El inferior. Lo has dicho. Tengo en la memoria la conversación grabada, y ante el juez podré utilizar mis recuerdos como prueba. Un mazo amenazante sobre nosotros, reos, acusados, culpables, togas y litografías de cuadros de Durero sobre nuestras cabezas. Vas a venir a morderme el labio y me defenderé lamiéndote la barbilla, trepando mis manos por tu cuello y asiéndome a tu nuca, como en las fiestas de verano subiendo a la cucalla, por el tronco de tu piel que resbala, untada en miel. Es posible que no te quedes impasible y contrataques y envíes tropas entre la retícula de mis uñas, mis axilas, mi ombligo, mi pene, mis tobillos. Es posible que lleves meses preparando en la mesa del despacho principal de tu Ministerio de Defensa esta batalla. Es posible que lleves más campo andado que yo. Es posible que generes anticuerpos dentro de mí, que optes por la guerra psicológica, por la bacteriológica, que te presentes con botas y desnuda. Para dejarme knock out, outside, descompuesto.
Vas a venir a morderme el labio.

Y yo te tendré preparada una trampa en la cama de mi habitación.