Sunday, April 05, 2015

El regate de cola de vaca

Escribir a las tres y cuarto de la mañana. Cuatro horas antes de que suene el despertador, cuatro horas antes de que esa puta farola cuya luz ilumina la habitación, se apague. Cuatro horas antes de la ducha, de la elección de la camisa, de la corbata, del traje, de los cordones de los zapatos, de los besos somnolientos. Escribir a las tres y cuarto de la mañana, tras el ataque de ansiedad, tras los golpes a la almohada que no tiene otra culpa que ser demasiado grande para uno solo, tras las preguntas sin respuesta, tras la pataleta incontrolada, tras la rabia de quien trata de revivir el levantamiento de un cadáver, en una casa amplia grande enorme gigantesca demasiado amplia grande enorme gigantesca para ser consumida por una sola persona, con sus peldaños y sus habitaciones en silencio, tanto, tanto que da hasta miedo y los furtivos ruidos -un coche, un algo que se cae en algún sitio, un chirriar de ventanas- ocurren aquí al lado. Y no hay nadie a quien abrazarse, no hay teta que es casa, no hay tiempo muerto para replanificar el último cuarto. Escribir a las tres y cuarto de la mañana es trampa, no vale, no es jugar limpio. Y las redes sociales están vacías y huecas y quisieras estar desahogándote contándole a un cualquiera que esta vez sí, que esta vez realmente estás desorientado y el norte lo mismo está arriba que está abajo, o da vueltas, o no existe, que avui aixo sí que toca y llevas tanta desazón dentro que piensas que hasta lo mismo deberías salir a dar un paseo a cruzarte con los mendigos que duermen en los bancos del parque, o con otros desvelados corazones, o con runners de horarios extraños, o con el sereno. A que alguien pase por allí y también te tome por el pito de un sereno. Hasta que dejen de ser las tres y cuarto, y sean al menos las cuatro y cuarto, y solo sean tres horas antes de que suene el despertador, tres horas antes de que esa puta farola cuya luz ilumina la habitación, se apague et coétera. Pero en el fondo tú solo quieres dormir. Cerrar los ojos y no ver a nadie. Ni elucubrar historias ni trazar planos ni saber si vives en una concatenación lastimosa de regates de la realidad. Robinho. Rivaldo. Romario. Onésimo: Asumidlo. Escribir a las tres y cuarto de la mañana es una mierda.