El talón de Aquiles no tiene fondos
Debe ser el desodorante. O la barba de tres días. Si tuvieras ojos de festival indie, todavía podría decir que eres cool, atractivo y fascinante. Pero no. No lo eres. Eres el mendigo de la séptima, el del carrito de los helados, el de la bolsa del sabeco, el del bastón, del cartón, del pastor alemán. Y yo soy la camarera de los cafés vespertinos, matutinos, de medio día, de media noche, de las copas, de los flanes, que se recita de memoria todo el menú del día. Polígono. Chicle. Bloc de notas. Factura. Libreta. Agenda. Móvil. Llaves. Oreja. Conversación. Pedido. Sábado. Próximo sábado. Retraso. Disculpas. Y yo soy quien te escucha bajarte los pantalones con decoro y sumisión, con calva y sudores de fin de verano.
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