Friday, March 28, 2008

Qué guapa estás

Con esa sensación que se tiene los domingos por la tarde de que se ha parado el tiempo y los muebles sobran a lo largo de toda la casa y el silencio es demasiado desolador como para no encender la radio y atender con una fijación inusitada los resultados de primera, de segunda, el marcador polideportivo, las entrevistas con los protagonistas, la moviola, el análisis de la jugada, los anuncios de puritos, de refinanciación, de cerveza mahou, de riegos automáticos o de uralita. Con ese hueco en el estómago y el miedo a la luz del frigorífico y a los yogures de pera caducados, o el chorizo en la fiambrera que vino hace seis meses a casa y decidió instalarse ahí, en la cuarta balda, junto al membrillo, justo delante de una ridícula estalactita.

Escuchando a La buena vida martirizándose, así, con dos huevos. Pensando en quemar la biblioteca, o tirar el portátil por la ventana. Justo ahí. A esa marca que hay en el suelo. Donde mea la perra de la vecina. En la calle. La que cruza de lado a lado la ciudad.

En la que no estás.
Desde hace tiempo.