Friday, July 11, 2008

Nada que decir, nada que contar

Decadente y turístico a partes iguales, este desierto que hoy inauguramos traerá de cabeza a una amplia mayoría de los mortales. Tatuaros bien mi nombre: después de la muerte no hay nada. Y cuando digo nada, es nada. Una via de servicio que corre pareja y paralela a la vida, a sus devenires, idas y venidas, a la que, en esa nada que nos envuelve, no dispondremos, nisiquiera, del beneficio de la duda. Ni podremos disfrutar del desconocimiento, ni del caos, ni de la guerra, ni de las alegrías, ni las penas, ni de los nacimientos ni de otras muertes como la nuestra. Nada.

Y por mucho que apretemos los ojos y veamos negro e intentemos hacernos a la idea de cómo es aquello, no lo lograremos. La nada es inmensa, eterna. Larga, muy larga.

Porque después de la vida no hay nada.