Thursday, March 31, 2005

Ciento ocho

El cielo acude a una clínica de cirugía plástica. Que tiene arrugas, dice. Más que arrugas son grietas y las fuentes emanan agua dubitativas, con el viento haciendo mella. El cirujano no es de fiar, un tipo climatológicamente imperfecto, de perilla y anteojos sucios. Con bata planca, de pintor nonagenario más que de equilibrista del bisturí.
No me importa el precio, ni el tiempo. Miento, el tiempo sí, míreme, así y en estas fechas, en dos meses empiezo a trabajar de nuevo. Factoría sol tiene un departamento de calidad que aprieta que te cagas, en cuanto un amanecer no es de su agrado te le devuelven a fábrica, ese, y todo el mes entero, como medida preventiva. Y yo tengo una hipoteca y un coche y mujer y dos hijos.
La nariz torcida es lo de menos. Lo importante son las sombras, la bolsa bajo los ojos, las horas sin dormir, las que me esperan.