Friday, January 14, 2005

No a todos nos mide lo mismo

Llega la tarde y me vienen enteras una tras otra todas las ganas de cogerte en brazos separarte el pelo acariciarte el lóbulo izquierdo de la oreja izquierda con los labios morderte el cuello coger tus manos con la suavidad con que lo hacen en los anuncios de champú de baño encogerme de hombros mientras te miro con ojos de cordero degollado.
Quiero escribirte correos electrónicos, mensajes cortos de móvil, postales, cartas, declaraciones de la renta, impresos 115, cartulinas, papeletas. Me vienen enteras las ganas de morderte las ganas, de beberme enteros tus sueños, de empaparme de tu carne, de tus huesos, de insuflarme con tu aire, de inspirar tu esencia, de follar joder practicar coger hacer el amor contigo una dos tres cuatro veces hasta sudar hasta jadear hasta no poder más y extasiados dejarnos caer en el colchón lascivo y voyeur.
Ni tú eres Alyssa Jones ni yo soy Holden McNeil. Ni Ana y Otto. Qué le vamos a hacer. Ni somos protagonistas de una novela de Carmen Posadas. Somos tú y yo. Puedo probar a poder probar, a ver qué pasa, qué sale, por dónde vamos, cerrando los ojos, cogiéndonos de la mano y saltando a lo Thelma y Louise. Sin la certeza de que el advenimiento de nuestra tercera república nos fuera sustancioso.

Los genios también tenemos derecho a ser unos soplapollas. Aunque sea momentáneamente.