Saturday, December 25, 2004

Al rojo vivo

Primero sale un caballito de madera con el hocico blanco. Luego una muñeca con pololos y la mirada bizca y fría. El soldadito de plomo al que le falta una pata, que cobra su pensión de invalidez todos los días cinco del mes entrante, altivo, con su fusil cargado al hombro. El jarrón de porcelana china de la tienda de veinte duros. Las flores de plástico. La corbata de seda. El balón de reglamento. El marco de fotos para poner en el coche, conduce con cuidado, te esperamos en casa, Manolo. La colonia. El reposapies. La manta a cuadros para las tardes de invierno frente a la televisión. El aparato de gimnasia que a los dos meses queda olvidado en el hueco que deja el armario del salon frente a la viga principal, pintada de blanco acrílico. El recopilatorio de blancanavidad. La pulsera de oro en su caja de falso terciopelo, con su almohadilla de poliespan, con su pegatina de espero que te guste. La tarjeta regalo. El paraguas, los guantes, la horma de los zapatos, el bolso, la sortija, el solitario, la caja de preservativos estriados. Una sonrisa pícara con el caballito de madera con el hocico blanco entre los brazos, meciéndole como al hijo que no se tiene. El libro de recetas.

Santa Cläus es un hipócrita sin escrúpulos.