Monday, January 24, 2005

Arde en mi fuego, corassón

El diablo anda de capa caída en estas fechas. Y eso que ya lo dice Rouco, ahora se peca más que antes. Pero pecados de esos de tres al cuarto, nimiedades. La gente pasa olímpicamente de entregar su alma, pa'que. Ahora puedes comprar todo a crédito. Incluso a esa puta con botas negras y falda ínfima y top escuálido con los labios brillantes y las piernas cruzadas la derecha sobre la izquierda esperando en la acera que gente con coche, como tú, le abra la puerta invitándole al polvo del siglo.
El diablo con su traje gris marengo, su gorro ajado por el tiempo, el paraguas impertérrito para los días de lluvia, aquí, en Barcelona, que sólo llueve de guindas a brevas. El diablo con su oficina en la calle Balmes, saliendo a vender, puerta por puerta, puerta fría, barrio a barrio, encontrándose con tipos rugosos en camiseta interior que le confunden con un vendedor de biblías. Imbéciles. A él, a él que ha sido motor de economías, redactor de contratos para dinastías, censor de muertes, gestor laboral, amante, héroe y villano, él que ha sido todo en esta sociedad, que le confundan con un pobre vendedor de biblias soltero que vive, aún con cuarenta años, con su madre paralítica.
El diablo mira de reojo al borracho de Dios, que cree pesimista que le va mal.
El diablo se encoje de hombros y espera que su racha de buena suerte venga un día de estos inmersa en un par de cupones de los ciegos. A esos a los que él es adicto.